7 de julio de 2015

soltar(te)

Yo no sé soltar rápido, a mí me cuesta mucho. Me costó hasta ahora, y me pasó varias veces, pero creo que ya no puedo seguir haciendo esto.

Llega un punto en el que creo que tirar de la cuerda no sirve más, porque seguís llorando y sintiéndote culpable, cuando no deberías. Porque muchas veces no podemos ver que no nos merecemos lo que nos pasa. Por más que el llanto tranquilice, no es justo cuando solamente pasa de un lado, cuando hay uno sufriendo, y otro que no.

A veces no se puede hacer nada para cambiar una realidad que separa a quienes antes eran inseparables; a veces el para siempre que sentís vos no lo sienten los demás. Esperamos que las personas a las que queremos se preocupen por nosotros del mismo modo en que nosotros nos preocupamos por ellos, que nos extrañen de la misma manera, o que les parezcamos igual de indispensables. Porque al final todo se resume a eso, ¿no? Cuando dos, o más, partes de un rompecabezas se separan y no pueden volver a unirse porque una parte trata cuando la otra no, no sienten igual. Capaz no les cuesta tanto soltar(te) y seguir, y eso no está mal. Tienen esa facilidad, tienen una manera diferente de sentir que la tuya, y no es reprochable. Bien por ellos, mal por vos, claro.

Creo que también pasa que en algunos momentos dejás de ser lo que necesitan. Vos podés poner todo tu esfuerzo y tener las mejores intenciones, y eso puedo decantar en algo que no esperabas. Y así terminan las cosas. Vos ahí. No hay compañía. No creo que haya mucho más que decir después de eso, pero si no sabés soltar seguro te jugaste, seguro quisiste seguir y, te pudo haber ido bien, como no. Te entiendo. El cariño no se va de un día para el otro, ni de un mes para el otro, en mi casa, ni así. Yo extraño, yo añoro que algunas cosas siguieran pasando como antes y eso no se puede, y entiendo ahora que no es mi culpa.

No voy a decir chau. No me gusta despedirme como cuando las cosas se terminan, así que opto por un hasta luego. Por ahí nos pasa a todos los que no sabemos soltar así, por ahí a algunos, no sé. Pero quizás un día nos encontremos con esas personas importantes que no están más, tomemos unos mates y nos acordemos de los momentos que compartimos, y de las cosas que vivimos, y capaz no nos acordemos de lo que nos separó de esas personas. Pero seguro yo me acuerde, porque me siento marcada (y no sé decirlo de otra manera).


Maybe it's sad that these are now memories.
And maybe it's not sad.



Todavía te quiero. No creo que eso cambie hasta dentro de mucho, mucho tiempo. O quizás nunca cambie, y siempre te quiera en silencio y te recuerde por todo lo bueno. Fue un placer pasar por tu vida. Ojalá nos volvamos a encontrar.

Voldemort.
(Qué costumbre, citar The Perks. Pero qué adecuada la frase. Hay cosas que me encantaría compartir con personas con las que ya no puedo compartir cosas. Y quizás está bien.)

28 de junio de 2015

Me arrebataste el cielo y lo adornaste.

No me sentía especial en el mundo, ni importante. No me sentía como la primera opción de nadie, y entonces apareciste. Te cruzaste en mi vida, y de repente, me llenaste de felicidad. Me llenaste de amor. Me llenaste de muchas cosas que no sé explicar pero que sé no se comparan con nada. Me hacés sentir especial, única, la primera opción. La persona que elegís todos los días, como yo te elijo a vos, y como te voy a elegir para siempre.

“Pasional como sutil, me arrebataste el cielo y lo adornaste. Y con el tiempo me enseñaste qué es el amor, y que en la cama no hay restricción.”

Te amo. Gracias.


Voldemort.
(Estoy enoramoradísima, eso me pasa)

26 de junio de 2015

De eso se trata todo, ¿no?

Quiero hablar de muchas personas. De esas personas que se preocupan de verdad en cada oportunidad, no importa el horario, el mes, no importa nada: ellos están, no porque sea su deber, sino porque lo sienten, porque quieren.

Quiero hablar de esas sonrisas sinceras que me derriten el corazón. Esas que, ya sea que me las regale mi novio, madre, o un amigo, me hacen sentir que por lo menos algo en el mundo está bien; porque mientras pueda ver a las personas que amo sonreír así, algo siempre está bien.

Quiero hablar de esas miradas que son cómplices. De esas que cuando tus ojos se cruzan con los de la otra persona, te hacen sentir muy dentro de vos que te acabás de conectar con alguien. Una locura, conectarse con alguien. Pero es así, está en esa mirada que no necesita ni gestos ni palabras.

También quiero hablar de las palabras y frases que hacen que uno se acuerde de alguien. Cuando leo en un libro, o en un folleto, o en dónde sea, y me acuerdo de alguien a quien valoro. Porque es hermoso poder relacionar a una persona con una palabra, una canción, una frase de alguien más, o de ellos mismos.

De esos mensajes inesperados, que alegran. Que te roban una sonrisa, o una lágrima más que feliz. De cómo sin quererlo te hacen bien.

De mi mamá, para quién soy un desastre pero siempre me cuida y protege. De todas las mamás, que nos pueden retar pero nos van a querer igual, como la mía. Que es la mejor.

Del amor que siento por mi novio, que es la persona más hermosa que conocí y quien me demostró que vale la pena dejarse conocer. Porque todas las cosas que tenía desordenadas por dentro él las ordena, las cuida.

De mis amigos. Mis amigos, que son únicos. Que me abrazan con miradas, palabras. Que me soportan como nadie y escuchan cada cosa que quiero decir. Que me hacen reír y llorar, pero siempre ahí, al pie del cañón.

De salir adelante de todo. De ponerle onda, de caminar y correr de lo que nos hace mal, que no es un mérito menor. A veces cuesta mucho tiempo y otras veces no podemos salir del todo. Pero se sigue tratando, siempre.

De ser feliz. Porque lo siento muchas veces. Más que antes. Cuando estoy con las personas que amo. Cuando estoy estudiando lo que elegí. Cuando me voy a dormir y madre me viene a saludar. Cuando molesto a mi hermano y nos reímos.


De ser vos, y nadie más, y así estar bien. Supongo que al final, se trata todo de eso ¿no? Ser vos alrededor de todo el mundo. Y así, sentirte bien.


Voldemort.
Esta es un poco distinta. Sé que mis entradas son en su mayoría mis descargos, mis sentimientos más profundos y quizás también más horribles. Pero también tengo cosas buenas y lindas eh, y son estas.

colour fades

A veces tengo tantas ganas de morirme.

Pero tantas, tantas. No sé, no lo controlo. Ojalá pudiera hacerlo. Si yo pudiera controlar esa ola de necesidad que me llega de repente de no querer existir más, si yo la pudiera erradicar mi ser, sería muy feliz. Y odio tanto todo esto. Y a la vez no.

Yo no sé. No sé qué mierda me pasa, no sé por qué de repente me pongo tan mal. Porque las cosas se me van así de las manos. No quiero que sea así, pero una vez que me pongo a llorar no puedo parar. No le veo el fin. Una cosa me lleva a la otra y me pierdo en un mar de lágrimas que a veces ni siquiera entiendo.

Me siento tan mal. Y no sé por qué. Y no es como antes, porque antes era peor. Ahora es a veces, pero esas veces no tengo ganas de levantarme, y no tengo ganas de seguir, y no tengo ganas de nada más de morirme. Realmente morirme.

Pero yo no me quiero morir. Quiero estudiar, quiero recibirme, quiero ver a mis amigos toda mi vida, quiero casarme con mi novio, quiero tener hijos con él, quiero tener un perro, visitar a mis viejos los domingos, quiero viajar, leer, escribir, quiero hacer mil cosas que implican seguir viva. Y lo que más, más me pudre, me hace hervir la sangre, de esta situación de mierda, es que yo no me quiero morir, pero cuando quiero no lo puedo evitar. Cuando esa mierda me invade, no me pongo a pensar en todo lo que después, más lúcida, me hace SABER que me gusta vivir. Que quiero seguir viviendo.
Tengo miedo. De mí, muchas veces. En un momento de mierda. No sé si de morirme, pero sí de desquitarme. Y NO QUIERO, no quiero hacerlo. Y lo controlo, dentro de todo. Pero quiero que se termine. Quiero que se vaya.

Salir,Quiero que desaparezca. ¿Eso se puede? Por favor. Basta.

Voldemort.

24 de junio de 2015

holaotravez

Siempre me pasa esto de que cuelgo horriblemente y guardo mil cosas en mi computadora para subir, que no subo, y termino borrando, o enterrando. Ya sé, soy colgada. Y también sé que le hablo a la nada, porque esto nunca tuvo la idea de que alguien me lea, sino de expresar algo que me pasa, que pienso, que siento, al aire, a la nada, o al todo, y que esté ahí.

Ahora, me pintó hacerme un wordpress, y hacer lo mismo ahí. Y colgué algo de acá, que me gusta mucho (¿o sea que me gusto yo?).

Voldemort.

14 de enero de 2015

Las manos negras del pozo.

Nada, todo, esto, aquello.
Te pusiste a pensar y la mente te jugó una mala pasada: caíste en el pozo del que pocas veces podés salir sin llorarte un mar y encima te enojaste porque no podés ser tan pelotuda. Te decís que es el karma, porque venías TAN bien que parece una joda.
Y no, no es una joda. No es la primera vez que te pasa, no es la primera vez que te decís que vas a superar todo eso y de repente algo mínimo te hace caer de vuelta. Ya no hace falta una razón válida, no hace falta que te dejen de lado, que te ignoren, que alguien te conteste mal. Estuviste tanto tiempo en ese pozo que cualquier cosa, literalmente, te puede arrastrar cual agujero negro adentro otra vez.
Ahí estás, rodeada de negro, con la vista perdida en la luz de arriba. Nostálgica. Al principio pensás que no vas a poder salir, que todo está mal de nuevo, que no podés creer como llegaste hasta ahí. Pero entonces, te acordás que ya saliste una vez. ¿Por qué sería distinto ahora? Si la primera, que estabas tan mal que pensabas en morirte, la contaste, ¿por qué ahora no podrías? Ya tenés práctica en esto, te decís. Sabés que es verdad, y que lo que te ata a la negatividad son esas dos manos negras que parecen estar con vos todo el tiempo, que intentan llevarte de nuevo a la profundidad de aquél pozo que tanto odiás, y que tan confortable te parece cuando te acostumbrás a él. Pero no querés acostumbrarte esta vez, querés ver luz, querés salir.
Una vez afuera, en la vida que llevabas antes de volverte a caer, intentás alejar todo tipo de pensamientos que puedan conducirte hasta ahí de nuevo. Lo evitás con todo tu esfuerzo, pero la realidad es que esas manos horribles y frías están ahí, en tus hombros, siempre presentes.
Convivís, sí. Aprendés que no es tan fácil como pensabas deshacerte de esos años y años de dolor y enojo que ahora te pasan factura porque te extrañan. Y de una u otra forma, intentás equilibrarte. Llorás, te enojás, sentís que odiás aunque realmente no lo hagas por cosas mínimas, y las manos te reconfortan, pero seguís. Le ponés buena cara, te reís un rato. Intentás que la balanza nunca tire mucho para ninguno de los costados, caminás por el borde del pozo y tenés miedo de caerte. A veces te caés, pero volvés. Siempre volvés, porque no importa que tanto pueda esa oscuridad reconfortarte cuando todo está mal, sabés que afuera hay luz, hay cosas mejores. Y querés todo lo que es mejor.

Un buen día, dejás de sentir esa presencia que ya era parte de vos. Sí, claro que seguís llorando. A veces es necesario hacerlo. Y sí, te sentís mal. Pero ese vacío y esa necesidad de desaparecer no están siempre presentes. Una sonrisa te cambia el día, un abrazo, un pequeño y mínimo gesto te recuerda que todo eso es pasajero y que seguís adelante. El pozo está destapado, pero las manos negras están ahí, no con vos. Las saludás como si fueran viejas amigas, sin recelo. Al fin y al cabo, fueron parte de vos. Y ojalá nunca lo vuelvan a ser.

Voldemort.
(siempre me imaginé la depresión como un pozo con una presencia negra dentro, que te intenta llevar. De ahí las manos negras)